martes, 17 de marzo de 2015

Tempus fugit


     El tiempo es como el agua o la arena que intentas apresar en un puño: da igual que aprietes con todas tus fuerzas, se escurre y te deja la mano vacía, apenas unos granos mínimos, una húmeda huella que te recuerda que lo tuviste pero que ya no es tuyo... Los momentos se van y con ellos se van las oportunidades y los sentimientos y las vivencias que habitaban en esos instantes. Sean buenas o malas, las cosas que vives y que ocurren en esos espacios dejarán apenas una sombra de lo que fueron.
    A veces será un alivio ver como las cosas se alejan de nuestra vida. Pero otras intentaremos atraparlas, aferrarnos a lo que sentimos, amamos, saboreamos....sin conseguirlo. Guardaremos sus restos leves, frágiles y casi invisibles como tesoros, para poder recordar que hemos estado ahí, justo en ese instante mágico, único. Vendrán otros instantes hermosos, valiosos, irrepetibles, pero todos irán transcurriendo más o menos lentamente, pero siempre de forma inexorable.

     Es por eso que algunas veces tengo la triste sensación de que he desperdiciado días, horas, minutos en los que no he reído, ni llorado, ni descubierto algo nuevo en el mundo que me rodea o en el que me habita; en los que no he buceado en un libro, ni contemplado un petirrojo o una montaña; tampoco he saboreado nada, ni he compartido algo.., instantes preciosos en los que no he vivido. Es tiempo malgastado, derrochado, que no volveré a tener y que me llena el alma con una sensación de nostalgia por lo que no fue y de temor porque ya nunca pueda volver a ser...





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